martes, 31 de marzo de 2009

El hoyo negro de mi sirena varada en el obelisco

Tú, agujero negro, me llamas,
me sangras a la distancia,
pero no me tragas.

Yo camino hacia tu cuello,
te miro y me detengo.
Doy media vuelta, orbito.
Voy a tí, atrás, a mí,
de nuevo a tí y me quedo
en el filo de tu sombra.

Rehúso dejarme expulsar,
de la marea cálida y violenta
de tus laberintos acolchados.

Lo que yo quiero es extraviarme
en los vaivenes sincopados
de tu alma de sirena moribunda,
en los rincones oscuros de tu sangre,
saturar de mí cualquier instante
que se ligue a tu presencia y no parar,
desoír el veneno de los días
que me ordenan despreciar tu hambre
que me tiene y no me come.
Lo que yo quiero es dejar de sospechar
que tus cuchillos y tus huecos
no producen un gramo de belleza.
Lo que yo quiero es olvidarme
de que, en verdad,
no eres para tanto.

martes, 17 de marzo de 2009

Volverse no es volver

Heme aquí empaquetando la casa en el camión de la basura. Lo último de las mudanzas consiste en convertir la inutilidad de los desperdicios en velas o en pérdida de lastre. Aunque no vayas tú a pepenar mi pasado y a vestirte con él, lo dejo con otra intención: la de despojarme de la camisa de fuerza que ya está hecha harapos.
Heme aquí con nuevas gafas, de visita en mi antigua guarida, limpiando de mi polvo la ciudad, fotosintetizando hasta la luna.

lunes, 9 de marzo de 2009

Salida de misa

I
Karla viste una minifalda rosa. En sus ojeras de putita joven se adivina la repartición de paraísos que la noche no pudo acabarse. La luz del domingo le tomó por sorpresa y no tuvo tiempo de cambiarse. Se va semivestida a misa.
Karla se hinca y el cristo mira al techo para no verle las piernas. Desde abajo de la tela rosa se anuncia para todos los creyentes, en cálida humedad, el significado verdadero de la comunión.

II
A Karla le pagan poco por pecar y paga en especie para confesarse, pero no le importa: lo hace por pura convicción.
Pasa ya del mediodía cuando sale del templo. Ha hecho bien su penitencia y vuelve consagrada.

III
Calimán la mira desde lejos y sospecha. Apaga su cigarro en el periódico que le cobija y se hunde en el fuego de aquella semana santa y sus recuerdos, de los cuales no siente ya ninguna noción de pertenencia.
Karlita tenía entonces el pelo largo y la inocencia llena, y Calimán no era todavía un vagabundo. Calimán ha dejado de intentar reconocerse en la memoria de aquél tiempo.

IV
Habría preferido no volver a verlo jamás. Lo sabe ahora que, por obra del dios que acaba de santificarla o del diablo que la llena de gloria por las noches, reconoce al Calimán de la semana santa y se descubre a sí misma nómada nocturna.

V
Para Calimán no hay ya ningún velo. Se levanta del escalón, escupe el recuerdo del útero de Karla y camina.
Karla se detiene en la puerta del atrio y lo ve alejarse con más rapidez que el ritmo de sus pasos. Comienza a temer que sea ella quien lo aleja sin notarlo y va adquiriendo la certeza de que siempre ha sido así. Se ve interrumpida; alguien le rasca la nalga con el empaque de un condón. Ella lo mira y voltea de nuevo a la calle. Calimán se va haciendo un punto diminuto. El extraño la abraza por la cintura, la besa y toda la vergüenza del mundo la tira. Ya en el suelo, sola, llora.

sábado, 7 de marzo de 2009

Las heces de un amor, que era mentira

¿Para qué acabar de escribir la resaca, para qué buscarle un final, si ya lo ha hecho el bueno de joaquín? Puta!! qué soneto... qué mío sin haberlo hecho yo.

SILICONA

Ni imploro tu perdón ni te perdono,
ni te guardo rencor ni te respeto,
si tardo en devolverte el abandono,
repróchaselo al tono del soneto.

Rompe la veda, ensánchate, respira,
falsa moneda mancha a quien la acuña,
las heces de un amor, que era mentira,
no merecen el luto de una uña.

Ni sembraré de minas tu camino,
ni comulgo con ruedas de molino,
ni cambio mi mar brava por tu calma..

El matasanos que esculpió tus tetas
de propina, lo se por mis tarjetas,
te alicató con silicona el alma.

JS

Se acabo? Se acabó, pendeja.
Casi como "este ya", pero peor.