viernes, 29 de mayo de 2009

Un día con sacudida es un día sin polvo (Burlita a las rimas).

Ni me trae tu recuerdo el sol en la ventana
ni me llenan los labios los besos de la luna
ni te extraño, ni me duelen las agujas
del pajar donde te encontraste las ganas

de quererme extraviado debajo de tu falda.
No vuelvo. Me curé espontáneo de la aguada
acidez de tu entrepierna. Hoy ya no te como,
mujer histriónica, desierta con sed de polvo.

martes, 26 de mayo de 2009

momentos alegres... uno, dos, seis, diez

Nosotros queríamos sólo probar el chocolate. Estabamos dispuestos a ahogarnos con él, a hacer que en nuestra sangre circularan granos de cacao. Nosotros queríamos irnos al techo y esperar a que nos atacaran las estrellas. Queríamos creernos que había coyotes y cocodrilos que confabulaban en la noche en nuestra contra. Queríamos apretarnos unos contra otros y desobedecer al mundo y ver en la oscuridad.
No sospechábamos todavía que nuestros amantes eran malos, que el tiempo corría con más lentitud, que las palabras estaban hechas de plastilina. Nosotros queríamos desempolvar la infancia. Queríamos un escalofrío en la cabeza, un vuelo apresurado entre las nubes, una caída interminable, una conversación con las estrellas, una sucesión de risas infinita, gracias tan veloces que no hubieran palabras capaces de contarlas. Nosotros queríamos sólo parar un poco antes de seguir y confirmar que el mundo era de colores.
Pero las estrellas se hicieron vigilantes y los sueños empezaron a repetirse sin que pudieramos cambiarlos. Los árboles se volvieron las brujas que nos robaron la voluntad y comenzamos nosotros a deambular entre ellas.
Estabamos ya manchados por la muerte.

lunes, 25 de mayo de 2009

Soy ingrato. Soy maloliente. Soy soñador.

De la verga de un pendejo y de la vulva de una puta nació la egolatría hecha persona.
A los dos les hizo mucha gracia que no heredara lo mejor de ninguno, porque así no perdían ni pizca de su espuria superioridad.
Y creció ella y se hizo del tamaño del cielo para darnos sombra. Nos enseñó a tirarnos pedos, a reparirla en los suspiros silenciosos de los intestinos y, a cambio, nosotros, los hombres del horizonte en las pestañas, nos fuimos al mar y ahí la emburbujamos y la erosionamos. Logramos despojarla de su caracter imperativo y miope y nos fuimos. Pero jamás lograron desenredarse su ascendencia y su olor de nuestras patas. Y así, por eso, cuando corremos -y más cuando volamos-, desde el suelo, nos llueve polvo de cagada.

jueves, 21 de mayo de 2009

Apología del cuerno no premeditado

La noche era una virgen en su mejor momento, regalo del campo, hacía gozar de la juventud que no se aparenta. En medio de la noche, ningún espíritu cantante era fantasma. Dijiste que tenías un amigo innombrable que iba a mostrarte el camino y te perdiste en la oscuridad.
Yo estaba en el tejado y alcancé a ver tu desnudez detrás de los brazos del monte. Esperé un rato y olí la presencia de tu sexo silencioso en vaivenes circulares, la conjunción insospechable de la noche y tus preciosas cavidades. Supe que no había ya forma de distinguir entre tanta y tanta negrura y comencé a extirpar tu ausencia con alcohol. Me tumbé cerca del fuego, para prohibirme imaginarte y para no helarme.

De atrás la cerca vino un remolino perverso a revolvernos los sueños. No llegó hasta acá. Árbol me lo dijo. Dijo que ahí estabas tu parada en medio de todo, sin nigún viento en la frente y sin más voluntad de llegar a los magueyes; y que ningún animal sabía si el remolino eras tú misma o si te había tomado cautiva.
Dijo también que cuando ya todos estaban temblando de frío y el cielo se había encapotado, desapareció el remolino de pronto y ya nadie podía verte.
Yo escuché clamores de auxilio y por eso desperté. Fuera del sueño había una calma tan grande que desespera y no encontraba en mí mismo ninguna intención.
Traté de salir, de moverme, pero no estoy seguro de que haya logrado hacer alguna de estas cosas. Recuerdo que vi una niebla dorada flotando alrededor. Era el crepúsculo al alcance de las manos y yo salí a metérmelo todo los bolsillos. Entonces la ví. Estaba sentada en el tronco que ardía y miraba al fuego y lo acariciaba. Sus manos eran algodón de selva plateada y sus ojos un pozo negro de estrellas.
Me acerqué y el futuro se hizo inmediato. Quise quedarme con ella y me metí en el fuego. Creía que sólo así, decantando del alma el cuerpo, podía cohabitar con los impulsos líquidos de su piel. Yo quise quedarme con ella y me metí por su boca y por sus venas. Herví y me mezclé con los latidos vaporosos de sus muslos. Descubrí que se resumía en ese sitio su existencia, que devoraban sus ojos la mitad de la luz del mundo y que a ellos se debía la llegada de la noche.
Era tanta la prisa que no había tiempo de sudar. No quise pensarlo dos veces. Yo tenía un rencor capaz de borrarte con un viento malvado y la puta era hermosa, y sus ojos eran ella y los habitaba la luna y, aunque su hechizo derretía y anclaba en el tiempo, quise quedarme con ella.

jueves, 7 de mayo de 2009

donde habita el olvido

...Ahí, en un ahí diferente, acabé flotando yo; en las antípodas de todo cuanto conocí, misteriosamente amnésico de las raíces y volutas de mis mejores reflexiones, totalmente ajeno del futuro que imaginé. Habiendo borrado toda estela que convergiera en mí, yo, un extraño en mi propio pasado, me volví un punto fijo de las mareas del mundo. Y el dios a quien prometí no molestar de nuevo a cambio de un gramo de morfina no tardó en devolverme el abandono.