jueves, 30 de octubre de 2008

Pero sin cursilerías, sin escándalos

El punto ha de ser vivir de tal forma que se pueda morir acompañado, al menos por dentro, para que no sea tan triste. Solitario siempre será, supongo, pero al menos que alguien se entere antes de que uno empiece a apestar, con una chingada. No ha de ser mucho pedir, estoy seguro. Y ya de paso, una vez que tocamos el punto, alguien que le apriete a uno la mano, pero sin cursilerías, sin expresiones burdas y risibles de cariño, que esto de irse es para presumir y para lamentar, pero no para hacerlo demasiado grande.
Ya. Hay luces que se apagan y uno no se da ni cuenta. Hay miles de deseos cumplidos de los que nos priva el día por estar ocultándonos con el cielo azul las estrellas fugaces. No hagan escándalos, que no es para tanto, pero sí quédense cerca. No vaya a pasarles como a mi el otro día, que me quedé horas viendo una vela porque nunca he visto cuándo se acaba una. Ya estaba muriéndose lo último del cabo, retorciéndose en la cera que se había encharcado en la corcholata y llevaba ya sus diez minutos sin decidirse a apagarse -conducta ejemplar-. Dame un poco de agua, dijo Yogui. Decidí hacerlo porque al pedazo de vela se le veía fibra, pero cuando volví ya se había apagado. El caso es que no se vale hacer trampa. No se vale cortar un frotis de vela y ver qué pasa, como no se vale morirse un poquito ni morirse dos veces. Perdérselo ha de ser una lástima, porque lo de la vela, de veras, me pesó.

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