lunes, 13 de julio de 2009

tictac sueños, tictac ecos

No hay pasos que retumben de noche en la era electrónica. Hacía unos años yo había aprendido a dormir sin temerles tanto, velado por las luces de la calle que pasaba por encima de mi casa. Los gallos han dejado de ser un despertador para convertirse en estorbos para el sueño; marcan la hora de dormir, pero impiden el descanso.
El acto de meterse en la cama se ha vuelto una cucharada mala de jarabe, los despertadores con sus pitidos diabólicos ya son menos alarmas de bomberos y menos campanitas celerinas. La lluvia ya no viene del cielo, sino de los aspersores y no arrulla de la misma manera. No hay arrullo suficiente cuando se tiene la cabeza llena de preocupaciones. No hay nada más absurdo que preocuparse por cosas de las que se está convencido que carecen de importancia suficiente. El acto de meterse en la cama desata la cadena de asco que precede a un placer cuya intensidad no ha variado con los años, pero ahora estamos tan cansados que somos inconcientes de su comienzo cada noche.
Esta era electrónica da una falsa sensación de cercanía. Soy torpe a la hora de reconocer mi tictac debajo de la piel. Esta era electrónica se ha empeñado en cambiarnos por realidad virtual la fantasía y yo ya no quiero vivir aquí. Me declaro en la época equivocada y exijo que quien me puso aquí me saque de inmediato o me quite de las pestañas la pendejez y la ceguera.

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