lunes, 11 de agosto de 2008

Una semana de insomnio, día primero (un vejestorio incompleto).

La tormenta (Cuento para no dormir número uno).
Entras de noche y la tormenta sigue afuera. Lo sabes porque lo has visto a través de la ventana: sobre tu mano, una gota helada de lluvia.

Detrás de tus pies lentos florecen huellas de lodo. El chasquido mojado de tus pasos te acerca a una luz solitaria y minúscula sobre la mesa, una vela. Te adueñas de la luz como lo haces con el aire que respiras, sin preguntar a nadie si le falta.
Entre la mesa y el techo se alejan las paredes. Se pierden de vista.
Estas cansada de oír la misma cantaleta de la voz de las afueras. Te hace perder los sentidos: arriba, a la derecha... ¿qué? Ahora parece que no existe nada de eso. Estas sola. Tú, tu endeble lucecita y el suelo pegándose a tus pies; riéndose de ti. Lo escuchas y sabes que no irías a ninguna parte si te dejas caer, pues se pondría debajo de tí para atraparte. ¿Debajo? ¿Por dónde se llega a ahí? Digamos solo que se pega a tí, que te atrapa.
No quieres pensar más: todo esto es absurdo. Apagas la vela de un soplido y te alejas caminando a oscuras por tus sueños.
Mientras tus pasos de clic-chac arrullan la noche y la lluvia sigue cantando en el tejado, piensas que en algún lugar lejano, junto a la pared, debe estar la puerta y afuera la tormenta.
Ahora el suelo parece estar en todas partes, debajo, frente a tí... El suelo te envuelve, te golpea la frente a cada paso. ¿Crees que pueda ser una pared? ¿Te imaginas? Si lo fuera, la puerta podría no estar tan lejos.Si por lo menos hubieras conservado la vela...
El mundo está tan cerca que te deja inmóvil, sin aire y sin aliento. Lo piensas de nuevo; no hay remedio. Comienzas a aspirar, frenética, el mundo sin preguntar tampoco a nadie si le falta. Te asfixias y respiras más y más. Engulles luz y arboles por los pulmones, engulles voces, briznas, colores, besos y mares. Por fin sientes el aire en la cara; lo sientes, pálido viento; lo dejas salir, lo cantas y lo lloras: el viento acelerado de húmedas caídas libres durante las noches en que retan a las nubes las cigarras.
Te detienes en seco sobre una mano desconocida. Todo es calma. Al mismo tiempo que cruzas una ventana miras en el interior la mesa y la luz tenue de la vela. Frente a tí, tu cara hecha gigante. Y afuera la tormenta.

1 comentario:

PAPRIKA dijo...

Pára estas mis noches de insomnio... me ha caido bien leerte.

leer sobre una tormenta... me hace recordar las que ultimamente estamos sientiendo por aqui... son un poco dramaticas, algunas solo juegan bromas el cielo se cierra, se tiñe de negro y se parte con rayos... y al final, solo unas pocas gotas... migajas de lluvia.


estos días los estoy disfrutando con gran particularidad.

Fué lindo leerte un poco... en estas mis noches de insomnio.

saludo para vos!
luz y fuerza.
Ciao.